Porque la música nos hace sentir ?
De joven disfrutaba escuchar una serie particular de programas para aprender de francés. No entendía ni una palabra, sin embargo me sentía cautivado. ¿Sería porque los sonidos del habla humana son emocionantes? En realidad no. Los sonidos del discurso por si solos, separados de su significado, no inspiran. No nos despertamos en la mañana con un ensordecedor discurso en alemán sonando en las alarmas de nuestros relojes. No conducimos hacia el trabajo escuchando a un nativo hablar en idioma esquimal, y después cambiamos a la estación del chasquido de los hombres de la maleza africana durante los comerciales. Los sonidos del lenguaje no nos llenan de suspenso y no nos hacen llorar – ni siquiera los franceses-.
Pero la música sí emana de nuestros relojes despertadores en la mañana, y llena nuestros carros, y nos trasmite intriga, y nos hace llorar. De acuerdo con un artículo reciente de Nidhya Logeswaran y Joydeep Bhattacharya de la Universidad de Londres, la música incluso afecta cómo percibimos las imágenes visuales. En el experimento, se les presentaron a 30 sujetos una serie de pasajes musicales felices o tristes. Después de escuchar los fragmentos, a los sujetos se les mostraba la fotografía de una cara. A algunos se les mostraba un rostro feliz – la persona estaba sonriendo – mientras que a otros se les exponía a una expresión facial neutra o triste. A continuación se les pedía a los participantes que calificaran el contenido emocional del rostro en una escala de 7 puntos, donde 1 significaba extremadamente triste, y 7 extremadamente feliz.
Los investigadores notaron que la música influyo poderosamente en la calificación emocional de los rostros. La música alegre hizo que los rostros felices parecieran aún más felices, mientras que la música triste exageró la melancolía de un ceño fruncido. Un efecto similar fue observado con las caras neutrales. La moraleja es que las emociones que produce la música ocasionan una “percepción intermodal”[1] y pueden extenderse fácilmente del sistema sensitivo a otro sistema. Ahora, ya nunca me siento a comer el almuerzo de mi esposa sin antes haber puesto una alegre marcha de Sousa.
Aunque probablemente parece obvio que la música pueda evocar emociones, aún en nuestros días no es claro por qué. ¿Por qué escuchar música no se siente como oír los sonidos del lenguaje humano, o los llamados de un animal, o el ruido de los depósitos de basura? ¿Por qué nos parece agradable escuchar música? ¿Por qué la música es bendecida con una industria multibillonaria, mientras que no hay mercado para los sonidos del lenguaje “fácilmente escuchados”?
En un esfuerzo por responder, primero hay que preguntarnos por qué yo estaba oyendo programas para aprender francés en primer lugar. La verdad es que yo no estaba sólo escuchando; los estaba viendo en televisión pública. Lo que mantuvo mi atención no fueron los sonidos del habla, sin sentido para mi (yo era un aprendiz lento), sino la joven actriz francesa. Su cabello, su sonrisa, sus modales, su gesto. Era un placer mirar el espectáculo por las personas que mostraba, especialmente, y especialmente por las expresiones y las conductas que ellas exhibían.
Los estímulos primitivos que sugestionaron emocionalmente a nuestros ancestros, pudieron haber provenido de los rostros y los cuerpos de otras personas, y si uno encuentra artefactos humanos que son altamente sugestivos, es sensato suponer que estos se ven o suenan como humanos en cierta medida.
Como evidencia de que los humanos somos la principal fuente de emocionalidad entre todos los artefactos, consideremos las señales visuales humanas. Las señales visuales, como he discutido, han evolucionado culturalmente para parecer objetos naturales, y tienen el tipo contorno que se encuentra en un mundo tridimensional de los objetos opacos. ¿Mundo tridimensional de objetos opacos? No hay nada particularmente humano acerca de ello, y es por esto que la mayoría de los signos lingüísticos – como las cartas o las palabras en esta página – no son emocionalmente sugestivos.
Pero las señales visuales tienen asociaciones emocionales algunas veces. Por ejemplo, los colores son notables evocadores de emociones, y las discusiones acerca del color del cual se debería pintar algo son fuente de un alarmante número de disputas maritales. Y se ha considerado durante mucho tiempo (con apoyo en la literatura del factor humano) que el estímulo en forma de “V”, como la señal de “ceda el paso” en la calle, sirve como la forma geométrica más evocativa para los símbolos de advertencia. En particular, se ha argumentado recientemente que el color es tan estimulante como la piel humana y que las emociones exhibidas – razón por la cual el rojo se apodera de nuestra atención, al estar asociado con el rubor y la sangre – y el estímulo en forma de “V” se han se han asociado con las emociones que provocan los rostros enojados (concretamente, el ceño fruncido).
Lo que nos trae de vuelta a la música y al artículo de Logeswaran. La música es exquisitamente evocadora de emociones, razón por la cual un toque de música feliz hace que aún las imágenes no relacionadas parezcan más placenteras. En vista de lo anterior, entonces, llegamos a la conclusión de que el artefacto de la música debería contener algunos elementos distintivamente humanos.
La pregunta, por supuesto, es qué elementos son esos. Un candidato es nuestro discurso expresivo – quizás la música es sólo una forma abstracta de lenguaje. Sin embargo, la mayor parte de la emoción del lenguaje se encuentra en el significado, lo cual explica por qué los idiomas extranjeros que no entendemos, pocas veces nos hacen derretirnos de placer o enojarnos. También explica por qué el discurso emocional de un lenguaje no familiar no es presentado en la radio!
Pero hay un comportamiento expresivo, en un segundo nivel de percepción, que los seres humanos mostramos – los movimientos de nuestro cuerpo por sí mismos. Se ha conjeturado que el movimiento humano se esconde en la música desde los tiempos de los griegos. Como una hipótesis, esta tiene la ventaja de que poseemos sistemas auditivos capaces de encontrarle significado a los sentidos de la gente moviéndose entre nosotros – un hombre enojado, de pasos pesados que se nos acerca, un individuo de delicada cadencia que va pasando, y así por el estilo. Algunos de estos movimientos desencadenan emociones positivas – evocan imágenes de actividades placenteras – mientras que otros pueden asociarse automáticamente con miedo o ansiedad. (El sonido de una carrera nos hace preguntarnos de qué estamos huyendo). Si la música es conducida por el habla, entonces le falta la parte más importante de la expresividad del lenguaje – el significado. Pero si la música suena como movimientos humanos expresivos, entonces, suena como algo que, por si mismo, es rico en expresividad emocional, y puede ser fácilmente interpretado por el sistema auditivo.
Sin considerar si la música es una entonación emocional del lenguaje o una suma de movimientos expresivos – o una combinación de ambos – la nueva investigación llevada a cabo por Logeswaran y Bhattacharya le agrega aún más energía a la idea de que la música ha sido culturalmente seleccionada para sonar como una persona emocionalmente expresiva. Mientras que para nosotros no es fácil percibir los ingredientes humanos en la modulación de la emisión, la intensidad, el tempo y el ritmo que conforman a la música, quizás, es obvio para nuestro auditorio homúnculo.
[1] La percepción “intermodal”, en inglés “cross-modal”, hace referencia a la combinación de modalidades sensoriales (vista, oído, tacto), que ocurre cuando un estímulo de cierta modalidad, produce una respuesta en otro. Es lo que sucede en el caso de la sinestesia. (“La palabra “sinestesia”, al contrario que “anestesia” (ninguna sensación), se refiere a un fenómeno de “unión de sensaciones”. Esto se traduce en que algunas personas experimentan sentidos mezclados: por ejemplo, ver colores mientras escuchas una canción o apreciar sabores cuando alguien te habla” Cita tomada de: www.ugr.es/~setchift/…/t13-sinestesiaauditiva_marialarabella.doc) N. de T.
Por Mark Changizi
Traducido por Maira Gutiérrez Moreno
ACERCA DEL AUTOR
Mark Changizi es catedrático del Departamento de Ciencia Cognitiva en el Instituto Polytecnico Rensselaer (Rensselaer Polytechnic Institute), y es autor del libro “La revolución de la visión” de reciente publicación.