Cuando la calle, al menos en Latinoamérica, perdió seguridad, la urbanización creció de puertas adentro y la tecnología acaparó gran parte de los ambientes de relación, es la ‘Pedagogía de la calle’ la que intenta rescatar el valor del juego espontáneo como eje de la formación del niño futbolista. En este sentido, busca trasladar estos desafíos de fútbol de la calle –de manera artificial, evidentemente– a las escuelas de fútbol.
Juegos populares
Si se piensa en el fútbol de la calle, del parque o del patio de la escuela, seguramente se piensa en algunos juegos en particular. El ‘camotito’, ‘mete-gol tapa’ o el ‘mundialito’ en parejas, por ejemplo, son parte de la cultura de determinados espacios futbolísticos. En otros lugares, seguramente otros serán los juegos que ocupen un lugar protagónico. Por ejemplo, en Río de Janeiro y en Brasil en general, el ‘futvóley’ de las playas es un elemento clave de la cultura futbolera. La ‘rebatida’, por otro lado, también es un juego muy popular en Brasil aunque poco conocido fuera de éste.
¿En qué consiste la ‘rebatida’? Juegan dos contra dos con una sola portería y, por turnos, cada equipo tiene seis remates para intentar hacer gol. Se debe defender la portería cuando el equipo adversario remata. La portería puede ser defendida por los dos jugadores al mismo tiempo. Si hay rebote (del portero, de los palos verticales, del travesaño o del ángulo), solo uno de los dos jugadores que defienden puede salir del área para intentar recuperar la pelota. Cuando uno remata a la portería, el otro de los atacantes se queda cerca de esta para intentar quedarse con el rebote. Esta dinámica de actividad hace que haya una confrontación de 2 x 1 más un portero, cada vez que haya rebote, con ventaja numérica para el ataque. Hay diferentes puntajes para cada tipo de gol (dependiendo si es anotado directamente o luego de uno de los posibles rebotes).
Así como con la ‘rebatida’, cada cultura posee juegos de mucha riqueza en los que se plasman algunas de las capacidades futbolísticas fundamentales (en este caso, por un lado el remate, el drible y el pase; por el otro, el marcaje y las atajadas), todas ellas contextualizadas en una situación desafiante que contribuye al desarrollo del futbolista. La idea de la ‘Pedagogía de la calle’, término acuñado por el ícono de la Educación Física brasilera João Batista Freire al reconocer la importancia de los juegos enraizados en la cultura lúdica brasilera y la construcción de un estilo peculiar del brasileño para jugar al fútbol, es recoger esta riqueza de los juegos colectivos populares e insertarla en un programa de enseñanza.
El juego más hermoso. / Foto: Christopher Pillitz.
La calle (o ‘las calles’)
La libertad de la calle es capaz de propiciar la acción creativa, y por ello autónoma, del niño. La pedagogía de la calle propone trasladar esta posibilidad de crear al ambiente del entrenamiento, a través de juegos divertidos y desafiantes en los que la técnica se desarrolla de manera contextualizada. Es decir, se trata de recrear este rico ambiente de aprendizaje, la calle, que por el contrario ha sido muchas veces despreciado.
La relevancia que ha adquirido con sus múltiples variables el rondo , conocido como ‘bobinho’, ‘camote’ o ‘loco’ dependiendo de la cultura en que se juegue, es de alguna manera muestra de la necesidad de que el juego sea el elemento central en los procesos de enseñanza y aprendizaje del deporte. “El juego es esencial para el desarrollo porque es a partir de él que aprendemos a lidiar con la realidad”, señala Alcides Scaglia, pedagogo del deporte especializado en juegos colectivos y fútbol.
Scaglia, asimismo, realizó una investigación en la que entrevistó a ex-jugadores que ejercían funciones directivas y/o técnicas en las escuelas de fútbol de Brasil. Como parte de una investigación más amplia, buscó indagar sobre cómo aprendieron ellos a jugar fútbol, cómo entendían el modo de aprender a jugar fútbol y el modo de enseñar en las escuelas de fútbol. Los entrevistados, antes de ser influenciados por los sistemas formales de entrenamiento del fútbol, notaron consciente o inconscientemente la importancia que el juego autónomo de niños tuvo en su desarrollo como ambiente de aprendizaje de juego y recreación. Además, estas experiencias fueron muy significativas para crear recuerdos saludables sobre los primeros contactos con el fútbol.
Sin embargo, al momento de preguntarles cómo enseñaban ellos a jugar fútbol hoy en día o cómo se organizaban sus entrenamientos, el investigador relata: “Todas las respuestas, sin excepción, desconsideraban a sus respectivas infancias con sus juegos fantásticos. Ahora, hasta con una cara más cerrada, seria y severa, los ex-jugadores respondieron que se pautaban en su larga experiencia como jugadores profesionales de fútbol. Los entrenamientos ‘tecnicistas’ realizados en la fase adulta, en un régimen profesional, eran miniaturizados para atender la demanda de los alumnos, que espejados en la gloria alcanzada por esos ex-jugadores (hoy profesores de las escuelas de fútbol), corrían a matricularse para incluirse en el sueño. Eso evidencia un problema serio. Pues, a pesar de los recuerdos permeados de placer de sus conversaciones, en que muchos juegos fueron vividos por los cracks, ellos no conseguían considerar el aprendizaje obtenido en ese contexto de libertad como aprendizaje fundamental para su desarrollo como atleta. Sería como si todo el aprendizaje de los juegos de pelota en la calle fuera descartado, solo valiendo los recuerdos de los entrenamientos cuando los jugadores llegaron a los equipos de fútbol –lugar al que, bajo la mirada del sentido común, solo aquellos que fueron agraciados con ‘el don’ de jugar al fútbol podían llegar–”.
No es una coincidencia que el aprendizaje más significativo y el placer estén conectados y/o entrelazados tan directamente. En esta misma línea, Luis Fabiano, ex delantero centro de la selección de Brasil, recuerda: “En aquella época uno no sabía que estaba entrenando. Uno juega al fútbol porque le gusta”. Luego explica que el ‘futebol da rua’ (fútbol de la calle) es más rápido: “Hay que pensar más rápido, moverse más rápido, tocar la pelota más rápido. Hay que ser rápido para hacer la diferencia”. Muchos de los recuerdos significativos en torno al fútbol y a la niñez, aquellos que tienen una carga afectiva grande y positiva, se relacionan con el juego espontáneo de la calle.
‘La calle’ puede reemplazarse, creemos, por el lugar que en diversos contextos ocupan el juego retador, novedoso y la competencia constante, entendiendo esta última como la posibilidad de que los niños encuentren en los otros un desafío para auto-superarse. Los grandes jugadores de la historia llegaron a ser quienes fueron por haber competido, y seguramente perdido en muchísimas ocasiones, contra rivales de mayor nivel. Esto les exigió a mejorar cada vez más.
Cada ‘calle’ tiene sus particularidades y brinda la posibilidad de adquirir una habilidad diferenciada. De todos modos, es importante entender que no es la calle propiamente dicha el factor crucial para formar buenos jugadores. Playas, campos naturales o sintéticos, canchas y patios de diversa índole, entre otros espacios, pueden ser excelentes ambientes de formación. La diferencia no está exactamente en el local (espacio físico) sino en cómo se desarrolla la práctica del fútbol en estos ambientes. Cada juego implica una lógica específica para el cumplimiento de sus objetivos, la que tendrá un impacto en la manera cómo se juega luego el fútbol estandarizado, reglado, que todos conocemos. La frecuencia de ocurrencia, la modalidad de aplicación y la dificultad con que se dan determinadas acciones técnicas y tácticas serán los factores que jueguen un rol determinante en el aprendizaje del fútbol.
El juego libre de influencias externas, regulaciones estandarizadas o adultos regladores e impositivos es clave en el desarrollo de niños futbolistas pues en él se estimula la creatividad, la autonomía y el desafío y no solo el resultado numérico al final de este. Su riqueza, variedad, imprevisibilidad y libertad de expresión con el balón merece ser atendida, investigada y, por qué no, reinventada. Los juegos infantiles populares pueden propiciar el desarrollo de la imaginación, el espíritu de colaboración y la socialización, y ayudar al niño a comprender mejor el mundo. Estos juegos han perdido terreno frente al avance impetuoso de la tecnología, con sus pasatiempos y juegos virtuales. Por ejemplo, con la televisión, las consolas de videojuegos y los celulares. Asimismo, la evolución urbana ha hecho que incluso el espacio físico se haga más reducido o que haya sido reemplazado por otros espacios en los que el juego no está permitido. Tenemos ahora una nueva cultura lúdica con la que precisamos aprender a lidiar más que simplemente criticar.
Niños juegan al fútbol en la calle de Everton en 1956. / Foto: Internet.
Enseñar y aprender en el fútbol
No basta con creer que somos una fuente inagotable de talento o que la ‘naturaleza’ del ‘futbolista peruano’ es, así porque sí, el buen toque o la técnica. La realidad nos reafirma constantemente que esto no basta y que incluso supone algunas creencias equivocadas. Desde una perspectiva constructivista del aprendizaje, más que la naturaleza de nuestros niños se trata de su interacción permanente con una cultura lúdica y con una pedagogía del fútbol determinada (que puede o no tomar la primera como fuente de inspiración) la que construye a futbolistas de alta competencia y a personas preparadas para la vida. Cómo concebimos la enseñanza y el aprendizaje del fútbol (como procesos particulares y sobre los que ya hemos escrito en un post anterior) tendrá una repercusión en cómo se diseñen, implementen y evalúen los programas de entrenamiento de las escuelas de fútbol.
“La condición física no es algo que se necesita para jugar al fútbol, es algo que se consigue jugando al fútbol” señala bajo una mirada similar Raymond Verheijen, prestigioso entrenador de selecciones holandesas de fútbol. Una metodología de entrenamiento exclusivamente analítica o ‘tecnicista’, que escinde los componentes físicos, técnicos, tácticos y psicológicos del juego y/o que separa el aprendizaje de la técnica del contexto imprevisible del juego será con seguridad deficiente para el fútbol de los niños (y de los adultos).
En la calle, hemos visto, el desafío, la superación y la novedad son permanentes. Esto no supone que las escuelas o academias de fútbol deben dejar de existir y que los niños futbolistas deben volver a las calles. Más bien, creemos que se trata de que los juegos populares sean utilizados en el proceso de enseñanza de los deportes, extrayendo lo mejor de sus contenidos en su inserción a una metodología de entrenamiento. La investigación pedagógica del deporte tiene en el juego un elemento principal de estudio. Apoyarse en la ciencia es por ello clave para huir del sentido común del “yo creo que” o “para mí sí”. La ciencia afirma que el juego libre que va más allá de los entornos sobre-organizados es profundo en el desarrollo del niño, pues fomenta el pensamiento crítico, la construcción del carácter y la resolución creativa de conflictos.
El número de futbolistas profesionales en el mundo que provienen de niveles socio-económicos bajos sobre el número total de futbolistas profesionales es significativamente mayor que el número de personas que provienen de niveles socio-económicos bajos sobre el número total de personas en el mundo. Esto puede deberse a que hay un deseo de superación mayor y una visión del fútbol como ‘única salida’, pero también, quizás, una relación con el juego libre de la calle. La cantidad de futbolistas (de aquellos que marcan la diferencia) que reconocen que la calle es un escenario ideal para el aprendizaje del fútbol es inagotable. Una pedagogía inspirada en esa riqueza toma en consideración un universo de juegos sumamente amplio. La idea es sacar contenidos de esos juegos y sistematizarlos en el proceso pedagógico de iniciación y especialización en fútbol.
El espacio físico es diverso y la capacidad de crear de los niños es sorprendente. “Fútbol acuático” en Santo Amaro, Maranhão. / Foto: Caio Vilela.
Fuente: Curso “Educar por el Fútbol” de la Universidade do Futebol (Brasil).