La función lúdica del lenguaje en las canciones populares infantiles -parte 5-
En la década de los sesenta existían en la pequeña pantalla espacios infantiles con historias que, aunque estaban interpretadas por adultos, estos ejercían las funciones de niños, teniendo siempre por encima el referente de un adulto (El tío Aquiles y la tía Rita, para ser más exactos), quienes tenían poco protagonismo en el programa, pues aparecían pocas veces en pantalla, pero su referente era constante: Valentina, Locomotoro y el Capitán Tan, que eran los protagonistas principales, debían obedecerles y recordar sus normas e instrucciones de vez en cuando, sobre todo en el momento en que alguno de ellos iba a obrar de manera equivocada.
Este programa, Antena infantil, ven a jugar con nosotros, tenía, a mi parecer, varios objetivos: por un lado, transmitir a los niños una serie de valores sociales y, por otro, enseñar las canciones y los juegos típicos de los niños a partir de los 6-7 años, así como hacerles reflexionar sobre la moraleja que los cuentos de hadas llevan consigo, pero de manera subrepticia, siguiendo un sencillo juego que consistía en entrar en el interior de los diferentes cuentos, dialogar con los personajes, y exponerles los pros y los contra de las acciones que iban a realizar.
Era una manera muy sencilla de plantear a los niños sus propios temores y su inseguridad, haciéndoles observar, a la vez, que la transgresión de unas determinadas normas puede resultar perjudicial, que estas no están hechas por capricho, sino para evitar males. Así mismo, ayudaban a transmitir una experiencia, en teoría ya vivida, para que quienes escuchaban la historia tomasen buena cuenta de los sucesos y evitarse obrar igual.
Algo semejante, siguiendo las teorías freudianas, expone Bruno Bettelheim en su Psicoanálisis de los cuentos de hadas: las frustraciones de los niños están presentes en los cuentos, en donde observamos todas las etapas evolutivas por las que deben pasar, desde la superación de la necesidad de vivir en sociedad y de amoldarse al entorno en el que se mueve, hasta las conflictos derivados de la pubertad.
En esta misma línea, Vladimir Propp ha estudiado los parámetros que se repiten en todos los cuentos de hadas, a los que denomina funciones.
Estas 32 funciones plantean una serie de cuestiones que bien pudiera seguirse también en las tonadas surgidas de los romances, como puede ser:
* El héroe se va de su casa (por su voluntad -para conocer el mundo- o por algún imperativo que se le presente).
* Debe superar una serie de pruebas (trabas) que se le imponen o que se le presentan en su camino).
* Tras muchos afanes consigue superar las pruebas.
* Final feliz: ha logrado su objetivo.
Volviendo a la importancia de los medios de comunicación de masas he de añadir que la canción infantil tuvo en nuestro país unos intentos de renovación a finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando se fomentaban los Festivales de la canción infantil. Pero no tuvieron mucho éxito. Las composiciones que se presentaban no calaban mucho en los niños, porque habían perdido su encanto popular: ¿Sería porque estaban hechas por adultos para niños, y no por adultos con mentalidad infantil, como era el caso de las canciones populares surgidas años ha?
Con posterioridad se han hecho otros muchos intentos por fomentar la canción popular (en los años 60) y la escrita especialmente para niños (a partir de los años 70).
En el apartado de recuperación del folklore infantil cabe destacarse, en la década de los 60, la labor llevada a cabo por Ismael y La banda del mirlitón, grupo desaparecido de la misma manera fugaz en que apareció pero que, gracias a ellos y a sus trabajos de campo, se han podido recopilar muchas de las canciones populares de pueblos olvidados.
Los grupos Jarcha y Nuevo Mester de Juglaría realizaron labores semejantes, de las que nos quedan excelentes grabaciones.
En las décadas de los 70 y 80, la comercialización de la música hizo a las industrias discográficas pensar que la explotación de las canciones para niños, interpretadas por niños, podía ser un buen filón. Así surgieron, por ejemplo, algunos dúos, como Enrique y Ana, muy en auge durante algún tiempo, debido a toda la parafernalia propagandística que llevaban tras de sí, y porque una de las componentes del dúo era una niña.
En vista de este éxito, el trompetista Rudy Ventura formo un grupo infantil, Parchís, en donde actuaba su hija como vocalista y cuatro chicos más, pero el éxito fue pasajero.
Algo semejante sucedió con el grupo de hermanos Los Nins (hay que tener muy en cuenta que cuando estos niños comenzaban a actuar tenían alrededor de 10 u 11 años y que la vida de un artista infantil es muy corta, pues enseguida realiza el cambio de voz que lleva aparejado el momento de la pubertad y debe dejar de desarrollar estas actividades).
Pero sus canciones no tenían la garra suficiente como para llegar al fondo de las mentes infantiles porque eran canciones interpretadas por niños, pero pensadas por adultos.
Otros intentos por propagar canciones infantiles han sido llevados a cabo por Teresa Rabal, pero hay que reconocer que tanto sus letras como sus músicas no son nada afortunadas y no logran calar en el interior de los niños. Si estas llegan a ser cantadas por ellos en sus juegos es únicamente porque, tras el machaque continuo que reciben de los medios de comunicación, acaban aprendiéndolas pero, en el momento en que dejan de escucharlas, acaban olvidándolas. A veces esto solo es cuestión de semanas.
Más afortunada fue la labor llevada a cabo por los payasos Gabi, Fofó y Miliki, compositores de las letras y las músicas de las canciones que interpretaban pero, tras la muerte de Fofó, también la calidad de sus composiciones decreció y dejaron de interesar al público infantil.
A mediados de la década de los 70, en televisión se intentó hacer una renovación pedagógica dentro del campo de la programación infantil, la cual tuvo lugar mediante el programa Un globo, dos globo, tres globos. En él se tenía en cuenta a los niños más pequeños (olvidados en programas de épocas anteriores), a aquellos que estaban aprendiendo formas, colores, esquemas orientativos, las primeras letras, los primeros números… Pero había que tener en cuenta que era un programa importado de Norteamérica y que se nos planteaban las historias desde un punto de vista y un fondo cultural diferente al nuestro. Por ello las canciones que nos presentaban, como eran traducidas directamente del inglés al español, carecían de gracejo y de ritmo, así como de armonía, por lo que no llegaban tampoco al espectador.
Se insertaban también historias protagonizadas por personajes reales, que tenían lugar en un barrio que podría ser el barrio de cualquier ciudad o de cualquier pueblo: Barrio Sésamo, en donde venía a suceder lo mismo: las canciones estaban relacionadas con un momento determinado de la acción y cuando esta terminaba, se olvidaban, porque, a pesar de no tener garra, tanto musical como rítmicamente, pecaban, al igual que lo hace la literatura infantil actual, de un exceso de didactismo y de presentar las normas de conducta demasiado explícitamente.
Así, pues, hay que pensar que las canciones de las gentes iletradas de la Edad Media, compuestas por la propia gente del pueblo, por juglares y por trovadores, con muchos menos recursos pedagógicos y con menos conocimientos psicológicos de los que tenemos en la actualidad, fueron capaces de forjar una riqueza folklórica y cultural que marcó la idiosincrasia del nuestro pueblo y que, actualmente, con todos los avances en el campo de la pedagogía, no somos capaces de imitar, ni tan solo en su milésima parte, simplemente porque no sabemos conjugar todos esos elementos que entran en juego en la canción popular tradicional.
En las canciones actuales se intenta ser lo más realista posible, confundiendo ese realismo (realismo mágico) que tienen las canciones populares, con el afán de intentar que entre en el niño, casi a empujones, la realidad que le rodea, de hacerlo madurar antes, cosa que ya ocurrirá a su debido tiempo, pues los niños, como la fruta, tiene cada uno su nivel de madurez y de comprensión y, si se le fuerza a realizar este proceso a una velocidad inadecuada, acaba estropeándose.
También nos encontramos actualmente con gran número de padres que piensan que quieren más a sus hijos si les revelan con mayor prontitud la realidad del mundo que les rodea, con lo que la magia que todo esto lleva aparejado como es, por ejemplo, la creencia en los Reyes Magos, que a los niños los trae la cigüeña, etc. desaparece en los momentos vitales en los que más necesitan creer en el mundo mágico y maravilloso en donde puedan vivir sin problemas y creando su propia realidad.
Y por esta falta de fomento de esa realidad es por lo que esta última generación, la que se encuentra cursando la
Educación Primaria y los primeros años de secundaria presentan esa carga de agresividad: ¿echarán de menos ese mundo mágico y maravilloso que no le han dejado vivir y que, en su más tierna infancia les han sesgado?
A veces se confunde la conservación de la inocencia infantil con querer dejarlos crecer como si fuesen tontos, pero me parece que, con los métodos utilizados son mayores los problemas que se plantea a las criaturas en el momento de pensar: ¿quiénes son?, ¿a dónde van?…
Si conseguimos lograr que los niños vivan durante al menos sus siete u ocho primeros años de su vida ese mundo fantástico, posiblemente nos demos cuenta del error que se está cometiendo y consigamos una generación más amable, más pacífica y más tolerante que la que está subiendo en la actualidad.
Notas:
[1] En estos juegos de guerra insertan toda una parafernalia de artefactos vistos en películas de ciencia-ficción, con lo que no han tenido la necesidad de fomentar su creatividad.
Dichos juegos comportan en sí una carga de violencia tal que, en ocasiones, no se sabe si quieren imitar la ficción de las películas con que les bombardean continuamente o que, debido a ello, necesitan descargar de su interior toda la agresividad que estas le están induciendo.
[2] El hecho de haber aumentado últimamente los problemas de psicomotricidad puede estar muy relacionado con las pérdida de estos juegos de mímica, pues nunca se había visto en las escuelas a tantos niños con este tipo de problemática a los que indefectiblemente se añaden deficiencias en el aprendizaje que, al comenzar desde los niveles más bajos (a veces desde el parvulario), conlleva para el futuro estudiante arrastrar una serie de problemas que, al final de la enseñanza obligatoria se ha ido acumulando de tal manera, que lo habrán convertido en un fracasado escolar, con lo que pasará a engrosar las listas de las numerosas escuelas-taller, preparadas especialmente para niños con dificultades de aprendizaje.
[3] Ya que las nuevas tendencias psicológicas consideran antipedagógico hacer que los niños aprendan de memoria una serie de definiciones o conceptos, y una aberración el que aprendan lecciones de memoria, la retención de canciones infantiles, de adivinanzas, de refranes, de pequeños poemas (que, conforme aumente su edad, también ampliarán su extensión), etc., ayudarán a conservar este bien tan preciado y característico del ser humano que es la memoria.
[4] A veces, en las canciones infantiles y en las adivinanzas se insertan vocablos que nos niños no comprenden. Un ejemplo de ello sería:
Todas las mocitas lo tienen entero
y, por su gustito, le rompen el telo,
le meten el zirindango*
y las pelotillas se le quedan colgando.
(El pendiente)
* Barrita del pendiente que se pasa a través del orificio del lóbulo de la oreja.
[5] Una buena manera de conservar estos términos sería repetir el concepto utilizando un sinónimo, por ejemplo: con el pretexto de…, es decir, con el achaque de…, y otro día, cuando ya estemos seguros de que conocen el significado de estos términos, insertar un nuevo sinónimo: con el pretexto de…, es decir, con la excusa de…, lo que contribuiría, en gran medida, a la adquisición de un léxico más rico, por parte de las futuras generaciones.
[6] Este puede ser también debido a motivaciones derivadas de la sociedad en que se desenvuelven. Los niños están todo el día en la escuela, desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde (pues hay un gran número de niños que utilizan los servicios de comedor de los centros de primaria) y no tienen ese contacto vital con sus padres por lo que, a falta de esa protección, deben buscar un sustitutivo: la auto-protección, que viene casi siempre de mano de la violencia, de la agresividad: de la irascibilidad, en una palabra. Y esto suele darse, especialmente, en zonas marginales o en barrios periféricos, en donde el nivel económico y social es medio bajo e incluso, en ocasiones, ínfimo, con lo que los padres, si es que consiguen trabajo, están fuera de su domicilio muchas horas, para poder hacer frente a los gastos de la, en ocasiones, numerosa familia que poseen.
[7] No hay que olvidar las experiencias sobre Víctor de l’Aveiron recogidas por Jean Itard en la obra homónima, en donde se observa cómo un niño, fuera del contacto con la civilización, pasa los diferentes estadios evolutivos actuando de forma primaria, como los animales. Pasados los 8 ó 9 años, la ductilidad del lóbulo temporal izquierdo ha desaparecido y no hay muchos recursos para la adquisición del lenguaje humano articulado, aunque sí existen posibilidades de que comprenda, mediante un código especial, aquello que se le enseña.
[8] Esta canción está recogida también por Gabriel Celaya en su obra La voz de los niños, pp. 131-132, Ed. Laia, 3ª Edic., Barcelona, 1981.
© Mª Ángeles Santiago y Miras 2002
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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