JUGAR CON LAS MANOS
«Todo lo que un adulto realiza se convierte en enseñanza para el niño, pero hay algunos comportamientos especialmente dedicados al bebé que están ritualizados por cada cultura y que son a la vez específicos de ellas y universales en sus intenciones» (Sara Paín)
JUGAR CON LAS MANOS
Dice Francisco Tosquelles (1973) que la mano antes de ser un instrumento de prensión es el «objeto» mismo del juego del niño y agrega, «Fuera del rostro de la madre, la mano es ‘su’ primer objeto del mundo exterior en el que comienza a reconocerse».
La mano es elegida tempranamente como objeto de atención y de juego, no sólo por el niño que la descubre en su boca y frente a sus ojos, sino también es elegida por los adultos. La mano participa en diversos juegos básicos y recurrentes en el primer año de vida.
Tomaré tres de ellos como ejemplo, dos se caracterizan por ser juegos de imitación del movimiento de la mano, acompañada del recitado de un verso, y el tercero se desarrolla mediante el contacto y la movilización de los dedos del niño al mismo tiempo que se relata una historia.
Denominaciones más habituales y características de los movimientos:
A) La linda manito: movimiento de rotación unilateral de las manos, diferenciación de costado-costado, de una mano y de otra.
B) Tortitas de manteca: movimiento de ambos brazos, unificación de las palmas en un aplauso, movimiento que se caracteriza por la búsqueda de una simetría funcional.
C) Dedito goloso: (este dedito compró un huevito, este …)
Por parte del niño: ofrecimiento de su mano, comúnmente en supinación, sin variaciones significativas de posición.
Por parte del adulto: discriminación de los dedos entre sí, diferenciación entre dedos y palmas.
Este llamado de atención hacia la mano y sus movimientos, introduce al mismo tiempo versificaciones y pequeños relatos.
Este es un punto de articulación entre el cuerpo y las producciones que se hacen con la palabra. Asociación de palabra y movimiento, conjunción de imágenes visuales, kinestésicas y acústicas. Articulación del decir y del hacer en un mismo acto.
A) La Linda manito
La primera relación óculo-manual se establece por el reflejo tónico cervical asimétrico:
«…en el curso del segundo y del tercer mes el niño ensaya la fijación ocular sobre sus manos, no sobre ambas sino sobre una u otra, y recibe las primeras aferencias que le permitirán elaborar imágenes internas fragmentadas de ellas como tempranos elementos de su futuro esquema corporal» (Lydia Coriat, 1974).
A partir de los movimientos espontáneos de los miembros superiores, la mano del bebé se encuentra frente a su vista, la ve moverse y girar hacer de figura sobre fondos diversos. La mano frente al rostro produce tonalidades de luz y de sombra. Mano y ojo, movimiento y mirada se solidarizan. El adulto que observa estos movimientos espontáneos hace suyo esos gestos y se ofrece como modelo para ser imitado en sus movimientos. El niño deja de mirar su mano para mirar la mano de su madre. Esta es una intervención que le posibilita al niño mover su mano a imagen y semejanza de la mano del adulto. Podemos tomar esta intervención de la madre como un modelo corporizante. También podemos pensar que la ausencia reiterada del adulto en la vida del niño lo puede dejar en la situación estereotipada de mirarse su propia mano, de autoestimularse.
La «linda manito», entonces, está constituida por movimientos de rotación de la mano que se muestran ante la mirada del niño, al mismo tiempo que se recita un verso rimado, cuyo sentido no tiene necesariamente un paralelismo con la acción ejercida, aunque si movimiento y versificación buscan coincidir en sus ritmos.
Esta conjunción de gesto y palabra, funciona como soporte de la temporalidad, hay representación del devenir del tiempo, transcurrir de un texto y de una acción.
La linda manito
que tengo yo,
que linda y que grande
que Dios me la dio.3
La rotación de la mano, alternancia de prono-supinación, gesto unilateral, se verá en el futuro participando en el funcionamiento de diversas praxias.
Con el modelo presente, el niño reproduce el movimiento y lateraliza su cuerpo. A hora bien las primeras reacciones del bebe frente a este estímulo de la madre no constituye todavía una imitación de un modelo, no existe realmente una acomodación del movimiento del niño al modelo que se presenta. Dice al respecto Sara Paín (1987): «El juego ‘qué linda manito’ consiste en girar la mano a la vista del bebé, provocando en él un movimiento similar que no tiene nada que ver con la imitación propiamente dicha que reconstruye por acomodación una secuencia de gestos interpretados, pues no hay todavía diferenciación entre la mano propia y la mano ajena. Desde un punto de vista cognitivo, se trata de la asimilación del percepto4 a un único esquema de acción senso-motor, y desde un punto de vista simbólico consiste en una identificación simbiótica, donde no se perfila aún el agente ni de la acción ni de los efectos perceptibles que la acción provoca. El juego significa, entonces, la concomitancia activa que prepara el espacio donde esas identificaciones serán posibles. La metáfora resulta así anterior a la comparación, haciéndola posible».
Para analizar esta acción desde una óptica más dinámica podemos desechar la idea clásica basada en dos elementos fijos: el modelo y la copia. En esta concepción tradicional el modelo sería el dueño de una forma original, sin variantes y desconocida por el otro, cuya función sería la de imitar adaptándose al modelo impuesto. Esto pasaría en una estructura lúdica mecanizada, rigidizada, en cambio, es frecuente que la madre se acomode al movimiento del bebé, que regule el ritmo y la intensidad de sus movimientos de acuerdo a las posibilidades que tiene el bebé. Entonces en esta forma dinámica el modelo inicial se transforma en una copia de su imitador, por que además como ya dijimos, en muchas ocasiones el movimiento surge esbozado primariamente y en forma espontánea por el bebé, acción que es distinguida por la madre y se lo ofrece al bebé como un hecho original, o sea que la madre imita al bebé cuando el bebé no puede imitar a la madre. Este reconocimiento de un gesto, entre tantos que el niño realiza de forma espontánea, se debe a que está instituido socialmente como un juego, tiene un nombre y una tradición.
Gran parte del éxito de este vínculo lúdico reside en cómo se tramitan acciones de asimilación y de acomodación, proceso similar al que Julián de Ajuriaguerra da en llamar «diálogo tónico». A este fenómeno en particular se agrega un diálogo kinético, una melodía motriz en la cual los movimientos del niño y de la madre se unen y se separan, se amalgaman y se distancian (el escultor y la arcilla intercambian sus lugares).
A su vez, una característica de las nanas infantiles es que las letras de los versos o las canciones están estructuradas en rima, lo cual representa una poderosa ayuda para la memorización de un texto.
B) Tortitas de manteca
Se denomina tortita a un pan que se hace palmeando entre ambas manos una bola de masa. Las «tortitas de manteca» llevan ese nombre, por la similitud de los movimientos con esa forma de amasar.
Cuando el niño está esperando a su ser querido y ve que este se acerca a él, realiza un movimiento con sus brazos, un gesto anticipatorio de lo que va a suceder en el encuentro de ambos cuerpos, un movimiento de agarre, de abrazo del cuerpo del adulto. De este intento fallido proviene el golpe de las palmas que al no encontrar resistencia en un cuerpo chocan unas con otra y producen algo similar a un aplauso. Algunos investigadores (Morris, 1971), le otorgan al aplauso el valor simbólico de un abrazo, de esta manera cuando aplaudimos a una persona simbólicamente la estamos abrazando. Siguiendo esta hipótesis la acción de palmear la espalda del otro, que se realiza en saludos o muestras de condolencias, sería un gesto intermedio entre el aplauso y el abrazo.
Nacientes de un abrazo frustrado o de un simple encuentro fortuito, las palmas que se contactan sonoramente son acciones que los padres registran como gestos posibles de introducir en un repertorio lúdico, le dan un sentido convirtiéndolo en un juego.
El juego de las «tortitas» consiste en palmear y cantar a un mismo tiempo lo siguiente:
Tortitas de manteca
mamá me da la teta,
tortitas de cebada
papá no me da nada.5
El canto se amalgama al sonido proveniente del golpe de las palmas. Para que este fenómeno se lleve a cabo, para que se logre el aplauso, el reflejo de prensión palmar debe descender en intensidad.
En las «Tortitas», como en «La linda manito» se produce efectos sensoriales y perceptivos múltiples. Sin tener la intención de ser un «ejercicio» esta simultaneidad de sentidos integrados en una relación lúdica, constituye un notable vinculo estimulante. A un mismo tiempo se registra:
– visualmente el movimiento de la mano
– auditivamente el ruido producido en el contacto de las palmas
– auditivamente el canto de la madre
– táctilmente el contacto de las palmas
– propioceptivamente la regulación del tono y la postura
La «linda manito» y las «tortitas» constituyen dos ejemplos en donde el movimiento y un texto se unifican. En ambas predomina el verso, a diferencia del «dedito goloso» donde aparece un cuento.
C) Dedito Goloso
¿Es posible separar el cuento de los cuerpos y los escenarios? Graciela Montes (2001)
El dedito goloso está junto con «las tortitas» dentro de los rituales que tienen como temática la alimentación.
El primer escenario donde se materializa la narración oral es el cuerpo del niño a través de la intervención del cuerpo del adulto sobre él. Llamaré a estas formas lúdicas «narración oral de contactos».
Tomando la mano del niño se va recorriendo del dedo meñique al pulgar contactando con cada uno de ellos. Es de notar que al nombrar los dedos se realiza una distinción, uno de los dedos, el pulgar es nombrado de forma diferente:
Este dedito compró un huevito;
este dedito lo rompió,
este dedito le puso sal;
este dedito lo cocinó;
y este pícaro gordito se lo comió.7
El cuerpo oficia de territorio escénico sobre el cual se monta la narración, y al mismo tiempo es cuerpo que encarna a los personajes dándole vida y movimiento. El cuerpo se metaforiza.
Contar un cuento sobre la mano, apoyándose en los dedos es trabajo de corporización, habilita la construcción de la mano en la cual los dedos contados sirven luego para representar cantidades, medidas, ordenamientos y secuencias temporales. (Este primero, este segundo… A la una, a las dos, a las tres).
Contar tiene dos sentidos, contar números y contar cuentos, ambos términos provienen del latín computare: calcular.
En la narración de movimientos y contactos, la mirada del narrador está puesta en exclusividad y en continuidad sobre el cuerpo del niño
En la narración oral de contactos el narrador tiene un soporte corporal. Cuerpo y texto, gesto y palabra, tienen un nivel de competencia diferente de las narraciones que se desarrollan prescindiendo del contacto con el cuerpo que escucha.
El relato se corporiza, los dedos reciben nombres, se los designa personajes del relato. Como ya dijimos uno de ellos es nombrado de forma diferente, si a todos se los designa como «este dedito», al pulgar se lo denomina «este pícaro gordito», esta denominación caracteriza al pulgar como el personaje principal del relato. Al nombrar este último se omite el término dedo y se acentúa la característica de personalidad (considerando su perfil psicomotor) y la diferencia de peso con relación al resto.
A su vez el espacio natural que queda entre los dedos, estando la mano abierta, espacio que los separa diferenciándolos, se constituye en un hueco cuya intangibilidad nos remite al tiempo6, a la pausa, y al pasaje de un dedo al otro.
Al fin del relato la mano del adulto realiza un cierre, una finalización («colorín colorado»), esta forma de dar fin se materializa cuando un cosquilleo en la palma de la mano del niño, le hace cerrar la mano, flexionar los dedos. Este «colorín colorado» gestual, también se suele realizar tomando todos los dedos del niño en la mano del adulto.
Cualquiera de estos finales son gestos opuestos a los que le da comienzo. En el comienzo el narrador separa los dedos uno a uno, le «enseña» al niño a diferenciarlos, le demuestra que son distintos. Al final el narrador los reúne, los junta, le «enseña» al niño que su mano está toda junta7.
El pasaje del verso rimado y cantado al cuento presenta un cambio de voz. La voz del canto, del recitado, no es la misma que la que cuenta. La voz es una muestra del costado corporal del lenguaje verbal.
En esta última el silencio ayuda a separar las acciones, a construir la secuencias y a darles un orden lógico. El cuento aporta intervalos y pausas que favorecen la función anticipatoria.
DE LA SUCESIÓN A LA SECUENCIA
Podemos distinguir dos vertientes visiblemente diferenciadas en los juegos con las manos:
A) El recitado de un verso, que acompaña un movimiento realizado por el adulto, gesto dado a imitar. Ejemplos que ya analizamos como son las «tortitas» y «la linda manito».
B) El relato de un cuento apoyado en diversos contactos y movilizaciones del cuerpo del niño que permanece quieto.
El paso del verso al relato introduce una diferenciación importante.
Podríamos plantear una diferencia entre la narración del cuento y la versificación. En el caso de «la linda manito» y «las tortitas», la secuencia del texto no tiene una lógica comparable a la de un cuento. La relación de los términos «cebada» y «nada» que componen el verso, se apoya en la rima. Hay una sucesión del verso cuya alteración del orden le privaría del efecto de la rima y por lo tanto de una secuencia significante. No existe ningún lazo secuencial, a excepción del acústico entre «las tortitas de cebada» y «papá no me da nada». Descompuesto el orden de los versos la reconstrucción de estos no se basa en un orden temporal de consecuencias, por lo tanto la temporalidad resulta del ajuste de la métrica y la rima. En la lírica puede haber ausencia de argumentación8. Este pasaje de la sucesión a la secuencia, del verso al cuento, constituye un escalón primordial para el desarrollo del pensamiento.
Las versificaciones están emparentadas con la imitación y el placer la finalidad poética del «delectare» nos remite a La Poética de Aristóteles, que «no sólo defiende la poesía por la imitación, sino por su finalidad, la búsqueda del placer y del provecho». Otros plantearon que «la función primordial de la poesía era la de enseñar y que el placer era accesorio, como Giason Denores, Discorso (1586) que, sin embargo, ve en el verso y en la dicción los constituyentes de lo maravilloso poético, junto, claro está, con la imitación» (Egido, 1990).
Tanto «las tortitas» como la «linda manito» se caracterizan por el despliegue de un movimiento que tiene un modelo en el movimiento que el adulto hace con sus manos, en cambio en el «dedito goloso» la mano del niño debe poder estar quieta y extendida y en muchos casos en posición supina. Quietud, extensión y supinación son tres conquistas del bebé que ha pasado ya la edad de los primeros meses.
La rima y el verso convoca al movimiento, el cuento requiere de quietud.
Las acciones que realizan los personajes de un cuento se suceden a lo largo del relato, o sea que este ordenamiento en el tiempo que llamamos sucesión, organiza la temporalidad de un relato.
El tiempo sucesivo es un tiempo horizontal, lineal, una cosa sucede primero y otra después. Ahora bien, la idea de sucesión tal cual la planteamos, no alcanza para explicar la riqueza de un relato, podría formularse un inventario de objetos en forma sucesiva y no conformar un relato. Es por eso que la idea de secuencia está más cercana a representar lo consecutivo y causal.
En un relato se suceden diversas acciones, pero estas no están aisladas entre sí, una es consecuencia de la otra, siendo esta característica una relación estructurante.
NOTAS:
1 Se advierte que este escrito responde a un análisis del jugar en la crianza y no a un planeamiento de técnicas.
2 Para ampliar ver Cuerpo y Saber, Daniel Calmels, Buenos Aires, Novedades Educativas, 2001.
3 En otras versiones se reemplazan los dos últimos versos. Qué lindo es el niño! que Dios me dio. En Cuba: Qué linda manito! que tiene el bebé,! qué linda, qué bella! qué linda que es.
4 El término precepto, del latín: cosa percibida, designa el objeto de la perecepción, diferente del término percepción que se refiere al proceso de percibir. Merani Alberto, Diccionario de Psicología, Barcelona, Grijalbo, 1985.
5 En Cuba este texto tiene sus variaciones, en la cual el padre se constituye en un dador como la madre, siendo la materia de lo dado diferente: Las torticas de manteca! para mamá que da la teta! las torticas de pan blanco! para papá que está en el campo! las torticas de tortones! para papá que trae doblones.
6 «La cualidad común de la experiencia humana, marcada, articulada y clarificada por el acto de relatar en todas sus formas, es su carácter temporal. Todo lo que relatamos ocurre en el tiempo, lleva tiempo, se desarrolla temporalmente y, a su vez, todo lo que se desarrolla en el tiempo puede ser relatado». Ricoeur, Paúl, Del texto a la acción.
7 Otra versión se diferencia por que el cuento no se cierra en la mano, o sea no termina en este espacio sino que se traslada a las costillas: «Mamá toma el pulgar del hijo y le dice:
Este se fue al campo a comprar un huevito. Seguidamente pasa al índice y tomándolo, explica: ‘Estelo sacó del nido’. Luego toma el del medio: ‘Este lo puso en la sartén’. Llegando al anular: ‘Este le puso la sal’. Culminado cuando toma el meñique, diciendo: ‘iY este pícaro lo comió!’. Y haciendo un caminito por el brazo del pequeño, con los dedos de caminantes, atrevidamente avanza hasta las costillas produciendo el regocijo del que se siente estremecer por las cosquillas en que culmina el juego».
8 «La repetición no es el único camino para construir un texto; tampoco lo es, excluyente, la argumentación; se podría mencionar, sólo con el objeto de neutralizar un posible equívoco, la acumulación, o la enumeración caótica» «. . .ese retorno machacón de los nombres algo connota» Noe Jitrik.
Daniel Calmels
El cuerpo cuenta. Revista iberoamericana de psicomotricidad, noviembre 2002