Habilidades perceptuales motoras, hábitos y automatismo

María Teresa Moglia

Inédito

Los temas que ofrecemos apuntan al desarrollo de habilidades perceptuales y motrices en los niños, de acuerdo al planteo que hicimos en relación a las capacidades propioceptivas y exteroceptivas que se ponen en juego.

Al hablar de habilidades en estos términos, hacemos referencia a que las capacidades propioceptivas y exteroceptivas nos permiten adquirir cierto tipo de destrezas o habilidades que son de utilidad para interactuar con el medio y aprender sobre él y sobre nosotros mismos.

La habilidad es la capacidad para realizar determinadas acciones. Esta habilidad puede adquirirse a través de diversas prácticas, de exploraciones, de ejercitaciones, a través del juego, es decir, precisamente a través de las acciones mismas.

Las habilidades ponen en marcha una infinidad de procesos de razonamiento que estimulan la inteligencia al exigir conductas tales como ordenar, clasificar, observar, deducir, reaccionar, jerarquizar, comparar, relacionar, administrar.

Cuando las habilidades implican una cierta rutina de movimientos, el ejercicio de las mismas imprime una memoria neuromuscular que con la práctica frecuente perfecciona los movimientos involucrados en la acción, economizándolos y haciéndolos más eficientes. Al mismo tiempo que las acciones más rutinarias se simplifican, pasan a ser controladas por un sector del cerebro que se ocupa de los automatismos adquiridos (caminar, sentarse, hablar, escribir, andar en bicicleta…). La importancia de la adquisición de estos automatismos, radica en que esto permite al cerebro ocuparse de varias acciones al mismo tiempo, controlando las más complejas de manera voluntaria y las más simples de manera automática. Por lo tanto, gracias a la adquisición de habilidades y automatismos es posible acceder con más facilidad y rendimiento a los estímulos que recibimos del exterior y actuar en consecuencia.

Si en nuestras prácticas cotidianas en los procesos de enseñanza aprendizaje tenemos en cuenta estos mecanismos de la mente, podemos organizar las acciones que requerimos a los niños de manera tal de facilitarles el camino hacia la adquisición de habilidades y automatismos. Es posible también comprender muchas de las dificultades que se presentan en la realización de algunas tareas en clase, dado que muchas veces lo que sucede es que fallamos en la manera en que hemos presentado las actividades, porque no tuvimos en cuenta cuántas acciones simultáneas estábamos pidiéndoles a los niños, y cuántas de ellas era absolutamente novedosas para ellos.

A lo largo de las sugerencias de aplicación didáctica que ofrecemos para cada tema, notarás que con frecuencia insistimos en el orden de prioridades de ciertas acciones cuando estamos presentando el tema por primera vez a los niños. La razón de que pongamos énfasis en esta cuestión, radica precisamente en que la experiencia nos ha permitido comprobar que si somos respetuosos de esta jerarquización en la adquisición de habilidades, facilitamos el aprendizaje y el disfrute del juego.

Por otra parte, cuando este tipo de organización se hace hábito en nosotros, imprimimos este mismo hábito en la modalidad de trabajo de los niños. Esto les permite asumir en clase ciertas actitudes de atención, dada la previsión que pueden tener sobre la importancia de lo que está por suceder en cada momento de la clase.

En este punto, te recomendamos que tengas en cuenta las referencias que hacemos a los hábitos posturales en relación a la atención.

 

Hábitos posturales, atención, percepción.

Los hábitos posturales son un conjunto de habilidades adquiridas que nos permiten adoptar diversas posturas confortables y mantenerlas con un buen control de equilibrio

Nuestras funciones cerebrales más básicas se ocupan de que nuestro cuerpo se encuentre en un estado de seguridad y estabilidad que garantice su supervivencia. Cuando no brindamos al cuerpo la posibilidad de encontrarse “cómodo” desde este punto de vista, difícilmente podamos mantener un estado de concentración que nos permita realizar con eficiencia nuestras tareas. No hay duda entonces de que es muy importante asumir posturas corporales adecuadas, sin riesgo de pérdida de equilibrio. El hombre no nace sabiendo adquirir esas posturas; su desarrollo neurológico está en proceso, necesita de la experiencia, el cálculo espacial, la tonicidad muscular, para iniciar su aprendizaje postural. El adulto, entonces, acompaña, estimula, contiene entre sus brazos, ayuda al niño a encontrar la forma de posicionarse y deambular con seguridad y cada vez con mayor autonomía.

Estas posturas además implican un tipo de actitud corporal que comunica el grado de interés en el entorno, de acuerdo a la posición y al tono de los músculos.

Pensando en esto, sostenemos que sería interesante que tuviéramos en cuenta que la práctica de correctas posturas corporales pueden asegurarnos en los niños un buen nivel de atención, sobre todo cuando tales posturas se transforman en un hábito.

Cuando estamos a punto de iniciar un juego con los niños y nos encontramos en el planteo inicial, ya desde ese momento podríamos tener en cuenta bajo qué actitud postural presentamos el juego, y en qué postura se disponen los niños tanto para recibir las consignas de trabajo como para realizarlas. La calidad de la comunicación entre los participantes y la precisión de lo realizado van mejorando encuentro tras encuentro cuando se tiene la constancia de sugerir las actitudes corporales más adecuadas a practicar en cada ocasión.

Así como en nuestro esquema neurológico tono, equilibrio, postura, estado de alerta, son las funciones básicas (primer unidad funcional), del mismo modo son la base de la construcción de un juego motor.

Cuando la postura y la actitud corporal que ésta conlleva están presentes, el cuerpo está receptivo a recibir los estímulos de su entorno. Vale decir, está propicio para percibir todo tipo de información, e interactuar con ella.

 

Equilibrio, lateralidad y automatismos.

Generalmente asociamos la lateralidad a la idea de la derecha o la izquierda y parecería que una vez que tenemos una noción clara de cuál es cuál, es suficiente. Sin embargo, la lateralidad no alude sólo a ello. Desde el punto de vista neurológico la lateralidad tiene mucha más trascendencia.

Madurar la lateralidad significa que hemos puesto de acuerdo las acciones de un hemisferio con las del otro a punto tal que podemos lograr que por momentos esa acción sea simétrica y por momentos la acción resulte ser completamente antagónica. Precisamente lo más difícil es mantener el control sobre los dos hemicuerpos a pesar de que los movimientos sean diferentes. Para ello es necesario una especialización que también se consigue con la práctica: la habilidad consistente en que una parte del cerebro maneje algunas acciones (por ejemplo las de un hemicuerpo) de manera voluntaria, mientras en otra área se controlan otras acciones (o el otro hemicuerpo, tal vez) de manera automática. Esto en realidad lo realizamos permanentemente y no sólo en relación a nuestros hemicuerpos. Por ejemplo, si estamos sentados conversando con alguien, controlamos voluntariamente lo que decimos pero el control sobre nuestra posición de sentados en equilibrio la manejamos automáticamente, es decir, sin hacerlo de manera absolutamente consciente.

Cuando conducimos un automóvil son muchas las acciones que realizamos automáticamente para tener control sobre el vehículo. Esta clase de acciones automáticas no son automatismos innatos, como nuestra respiración o nuestro ritmo cardíaco, sino que son automatismos adquiridos. Los hemos aprendido. En algún momento, al aprenderlos, los realizamos conscientemente; y la práctica los llevó a cierto nivel de “rutinización” que los transformó con el tiempo en automatismos.

Reflexionemos cuántas de las acciones que enseñamos a nuestros alumnos consisten precisamente en generar en ellos ciertos automatismos. Pensemos simplemente lo que sucede en la lecto-escritura. Entonces, cuando realizamos los juegos con los niños, tenemos la oportunidad de favorecerles la ocasión de que pongan en acción, de manera conjunta, sus habilidades para controlar las funciones de: el equilibrio, la lateralidad y los automatismos.