El secreto de imitar
La imitación es una de las bases del aprendizaje; por eso, los científicos han dado gran importancia a la evolución de sus mecanismos con la edad. Conviene comenzar con un recién nacido para descubrir los gérmenes de este proceso fundamental.
Un caso paradigmático es el estudio de la imitación de un gesto adulto por un lactante, en particular sacar la lengua, cerrar los ojos o mover la cabeza, copiando con su cuerpo un modelo ajeno. Además de ser el comienzo de aprendizajes complejos, resultará un juego estimulante y divertido para la familia.
Jean Piaget inició un estudio sistemático de la imitación a partir de la observación de que su hija Lucienne era capaz de sacar la lengua a los 5 meses de edad, en respuesta al gesto idéntico que hacía su padre, pero comprobó que recién alrededor de los 8 meses esta habilidad se hacía consistente y estable.
También observó que los niños necesitan más tiempo para imitar otros gestos que no están relacionados directamente con la boca, por ejemplo, cerrar los ojos. Para Piaget, aprender algo nuevo, en este caso poder imitar un gesto, implica contar con esquemas mentales que no son innatos, sino que se despliegan en la acción.
El simple mecanismo motor de sacar la lengua, que es innato, no bastaría para aprender a imitar un gesto. Por eso, algunos diferencian dos formas de imitación al sacar la lengua: la primera y precoz es sólo una habilidad motora, la segunda y tardía es una genuina habilidad cognitiva, que continuará expandiéndose con los años en la imitación de otros gestos más complejos.
La imitación aparentemente más sencilla, como sacar la lengua, supone la puesta en marcha de procesos complejos en el cerebro. Un simple gesto puede ser el comienzo de grandes cambios en la mente del niño. Entonces, ¡atención! Cuando el bebe nos imita sacando la lengua, en realidad nos demuestra que ha logrado dar un salto de enorme trascendencia para la especie humana.
Antonio M. Battro
LAS NEURONAS ESPEJO
En 1996 el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), estaba estudiando el cerebro de monos cuando descubrió un curioso grupo de neuronas. Las células cerebrales no sólo se encendían cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos sino que, simplemente con contemplar a otros hacerlo, también se activaban. Se les llamó neuronas espejo o especulares. En un principio se pensó que simplemente se trataba de un sistema de imitación. Sin embargo, los múltiples trabajos que se han hecho desde su descubrimiento, indican que las implicaciones trascienden, y mucho, el campo de la neurofisiología pura. El sistema de espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Su potencial trascendencia para la ciencia es tanta que el especialista Vilayanur Ramachandran ha llegado a afirmar: “El descubrimiento de las neuronas espejo hará por la psicología lo que el ADN por la biología”.
Entrevista A Giacomo Rizzolatti:
Pregunta. ¿Qué le parece el hecho de que se comparen las neuronas espejo con el ADN?
Respuesta. Es un poco exagerado, pero quizá Ramachandran tenga razón porque el mecanismo de espejo explica muchas cosas que antes no se comprendían.
P. ¿Qué explica?
R. Por ejemplo, la imitación. ¿Cómo podemos imitar? Cuando se observa una acción hecha por otra persona se codifica en términos visuales, y hay que hacerlo en términos motores. Antes no estaba claro cómo se transfería la información visual en movimiento. Otra cuestión muy importante es la comprensión. No sólo se entiende a otra persona de forma superficial, sino que se puede comprender hasta lo que piensa. El sistema de espejo hace precisamente eso, te pone en el lugar del otro. La base de nuestro comportamiento social es que exista la capacidad de tener empatía e imaginar lo que el otro está pensando.
P. ¿Se puede decir que las neuronas espejo son el centro de la empatía?
R. El mensaje más importante de las neuronas espejo es que demuestran que verdaderamente somos seres sociales. La sociedad, la familia y la comunidad son valores realmente innatos. Ahora, nuestra sociedad intenta negarlo y por eso los jóvenes están tan descontentos, porque no crean lazos. Ocurre algo similar con la imitación, en Occidente está muy mal vista y sin embargo, es la base de la cultura. Se dice: “No imites, tienes que ser original”, pero es un error. Primero tienes que imitar y después puedes ser original. Para comprenderlo no hay más que fijarse en los grandes pintores.
P. Uno de los hallazgos más sorprendentes relacionados con este tipo de neuronas es que permiten captar las intenciones de los otros ¿Cómo es posible si se supone que la intención de algo está encerrada en el cerebro del prójimo?
R. Estas neuronas se activan incluso cuando no ves la acción, cuando hay una representación mental. Su puesta en marcha corresponde con las ideas. La parte más importante de las neuronas espejo es que es un sistema que resuena. El ser humano está concebido para estar en contacto, para reaccionar ante los otros. Yo creo que cuando la gente dice que no es feliz y que no sabe la razón es porque no tiene contacto social.
P. Pero para que el sistema de espejo funcione es necesario que exista previamente la información en el cerebro que refleja. ¿No es así?
R. En el útero de la madre se aprende el vocabulario motor básico, o sea que ya tenemos ese conocimiento, el básico, que es puramente motor. Más tarde, al ver a otras personas, el individuo se sitúa en su propio interior y comprende a los demás. La visión es la que proporciona el vínculo.
P. ¿Hacia dónde irán ahora sus investigaciones?
R. Queremos estudiar las bases neuronales de la empatía emocional en animales. Me gustaría ver si las ratas, al igual que los monos [en los que se han identificado ya varios tipos de neuronas espejo], tienen el sistema de espejo porque en ese caso, las podríamos utilizar para la investigación médica, porque los monos son animales demasiados preciosos como para hacer este tipo de trabajos.
P. ¿Y en humanos?
R. Estoy convencido de que los trastornos básicos en el autismo se dan en el sistema motor. Estos pacientes tienen problemas para organizar su propio sistema motor y como consecuencia no se desarrolla el sistema de neuronas espejo. Debido a esto no entienden a los otros porque no pueden relacionar sus movimientos con los que ven en los demás y el resultado es que un gesto simple es para un autista una amenaza.
ALGUNOS DETALLES MAS ACERCA DE LAS NEURONAS ESPEJO:
En los seres humanos, las neuronas espejo se encuentran en la corteza frontal inferior, cerca del área de Broca, una región del lenguaje. Esto inclina a sugerir que el lenguaje humano evolucionó a partir de un sistema de comprensión y realización de gestos implementado en las neuronas espejo. Las neuronas espejo tienen ciertamente la capacidad de proporcionar un mecanismo para comprender la acción, aprender por imitación, y la simulación imitativa del comportamiento de los demás[14]. Sin embargo, como en muchas teorías de la evolución del lenguaje, existen pocas evidencias directas.
Los estudios también vinculan las neuronas espejo con la comprensión de objetivos e intenciones. Fogassi y otros [15]registraron en 2005 la actividad de 41 neuronas espejo en el lóbulo parietal inferior (IPL) de dos macacos rhesus de la India. Desde hace tiempo se ha reconocido al IPL como corteza de asociación que integra la información sensorial. Los monos miraron como un investigador asía una manzana y la llevaba a su boca, o agarraba un objeto y lo ponía en una taza. En total, 15 neuronas espejo se activaron intensamente cuando el mono observó el movimiento “agarrar para comer”, pero no registraron actividad alguna cuando estuvieron expuestas a la condición de “agarrar para colocar en un lugar”.
En relación con otras cuatro neuronas espejo ocurrió lo contrario. Se activaron en respuesta al investigador que colocaba la manzana en la taza pero no cuando la comía. Solamente el tipo de acción, y no la fuerza cinemática con la cual los modelos manipularon objetos, determinaron la actividad neuronal. De manera significativa, las neuronas se activaron antes de que el mono observara al modelo humano comenzando el segundo acto motor (esto es, traer el objeto a la boca o ponerlo en una taza). Por lo tanto, las neuronas del IPL “decodifican el mismo acto (el agarrar) en una diversa manera según el objetivo final de la acción en la cual está contenido el acto”[16] y pueden proporcionar una base neurológica para predecir las acciones subsecuentes de otro individuo y deducir su intención.
Daniel Goleman, autor del libro “La inteligencia emocional”, afirma que estas neuronas detectan las emociones, el movimiento e incluso las intenciones de la persona con quien hablamos, y reeditan en nuestro propio cerebro el estado detectado, activando en nuestro cerebro las mismas áreas activas en el cerebro de nuestro interlocutor, creando un “contagio emocional”, o sea, el que una persona a adopte los sentimientos de otra. Se vinculan los fallos en las neuronas espejo con las personas con autismo.
En 2006 hubo importantes hallazgos sobre un tipo muy particular de células: las llamadas “neuronas-espejo”, cuya función es desencadenar acciones (una especie de memoria “caché” cerebral) como dibujar un triángulo o abrir ampliamente la boca. Pero la naturaleza nos juega un truco: las neuronas pueden activarse cuando vemos a otras personas realizar tales acciones.
El bostezo es un clásico. Hay decenas de experimentos en los que se reta al participante a aguantar las ganas de imitar al otro bostezante, sin éxito. Es una reacción tan primitiva, tan elemental, que la repetimos sin darnos cuenta. Allí parecen estar las neuronas-espejos desatando acciones por reflejo, como una programación que puede engañarse.
Otro rasgo importante es que, como en la vida social, las “espejo” reaccionan también a sonidos. Si tenemos terror a los perros y alguien, a nuestras espaldas, enciende la grabación de un ladrido… bueno, saltamos igual porque la respuesta inmediata resulta más importante que su pertinencia. Si escuchamos un bostezo, sin verlo, es posible que se active la reacción. Ustedes saben, resabios de épocas evolutivamente recientes aunque históricamente lejanas, en las que corríamos para no amanecer en el estómago de algún tigre diente de sable.
De modo que el rol que estas células tienen en la educación es inconmensurable. No en balde nos abrimos paso los primeros años y muchos después a fuerza de imitar, de observar y repetir, tutoreados o no, hasta dominar alguna habilidad y fijar un conocimiento.
Caliente, caliente
Esa memoria caché cerebral almacena instrucciones básicas, que no valida más de lo necesario o, digamos, no valida. De allí se derivan muchas automatizaciones hechas en el cuerpo mismo: tener sexo, por ejemplo, es acto y estímulo en sí mismo. Pero ver el acto puede tener el mismo efecto excitante. Y escucharlo sin imagen. Menos, pero también. Si su pareja tenía un determinado perfume, quizá percibirlo por sí solo desate la cadena del calor sexual y así llegamos hasta la sazón convertida en estimulante erótico, ilustrada en Como agua para chocolate.
El escáner del cerebro muestra a las neuronas-espejo “encendidas” durante un proceso físico y, de nuevo, cuando el individuo observa a otros hacer lo mismo. El voyerismo es, quizá, una gran simplificación, por la cual sustituimos realidades masivas por signos casi ingrávidos (letras, imágenes, canciones).
Otra novedad es que responden al lenguaje escrito, de modo que salivaremos al ver a alguien morder un limón verde tanto como al leerlo.
Pero, ojo, reaccionamos a los estímulos de formas distintas. La personalidad y el entorno quizá juegan un papel respecto a cuáles señales nos activan y cuándo. Hay gente inmune a las uñas deslizándose sobre una pared de cal, otras no. Estos o aquellos, son grupos, masas que generan una respuesta predecible ante estímulos comunes a todos.
Incluso tenemos nuestra biblioteca particular de respuestas. A un conjunto de sucesos y emociones le asociamos una canción, por ejemplo, una que escuchamos en la adolescencia. Esa melancolía también la sentirá otro contemporáneo, aunque sus vivencia sean diferentes. Como ha descubierto la industria de la nostalgia, el estímulo termina unificando las respuestas de personas distintas ante la melodía.
De alguna manera esta relación entre el estímulo y la respuesta se archiva y se cosecha en el mundo psíquico, se deforma, se adscribe a la sociedad. Algunos dirán que el concepto es muy antiguo: el “reflejo condicionado”, decimonónico, pero he aquí que se ha logrado detectar y colorear la actividad cerebral asociada (o parte de ésta) y algunas de sus consecuencias grupales.
Porque la mente engaña. Ilumina, da sentido, pero también engaña. Con o sin intención, el autoengaño parece ser un prerrequisito para que el mundo tenga un mínimo de coherencia.
Por eso ¿a cuántas tretas del cerebro no llamamos “sincronicidades”?
“Nadie sabe por qué bostezamos exactamente”, indica Andrew Gallup, profesor de Psicología en la Universidad de Nueva York, Albany. Ahora, él y algunos de sus colegas sostienen que el bostezo es una forma a la que recurre nuestro organismo para enfriar al cerebro.
En la edición de mayo de “Psicología evolucionaria”, este grupo dijo que los voluntarios que participaron del estudio bostezaban más en aquellas situaciones en las que sus cerebros tenían posibilidades de estar más calientes.
Para probar su teoría de que el bostezo regula la temperatura cerebral cuando otros sistemas del organismo no hacen lo suficiente, los investigadores aprovecharon la arraigada tendencia de la gente de bostezar cuando otros lo hacen.
Neurocientíficos de California han verificado finalmente lo que hasta ahora era una hipótesis: que el cerebro humano no sólo percibe las actividades de los otros, sino también la intención que los motiva a hacerlas. Han comprobado que las áreas del cerebro donde se encuentran las neuronas espejo, que se activan durante la ejecución y observación de una acción, también añaden intenciones a las acciones presentadas en un contexto. Hasta ahora, se pensaba que este tipo de neuronas sólo estaban implicadas en el reconocimiento de acciones, no en su interpretación. Por Vanessa Marsh.
The human brain can understand the intention of other’s actions. Brain scientists in California have recently proven what until now, was only a hypothesis. The human brain not only perceives the activity of others, but can also analyze what motivates one’s actions. Scientitists have verified that the part of the brain where execution and observation of action originate can also add intentions to those actions displayed in a given context. Until now this type of brain activity was associated with the recognition of an action, not with its interpretation. By: Vanessa Marsh.
Un estudio realizado por neurocientíficos de la universidad de California, en Estados Unidos, acaba de demostrar que las denominadas “neuronas espejo” de nuestro cerebro son capaces no sólo de activarse cuando ven realizar una acción, sino también de reconocer la intención de aquél que la realiza.
En la corteza cerebral existe un grupo de neuronas que tienen la facultad, desconocida hasta hace poco para una neurona, de descargar impulsos tanto cuando el sujeto observa a otro realizar un movimiento, como cuando es el mismo sujeto quien lo hace.
Las neuronas espejo forman parte de un sistema de percepción y de ejecución cerebral que activa las regiones específicas de nuestra corteza motora cuando vemos que se mueve una mano u otra parte del cuerpo de otra persona, como si nosotros mismos también nos moviéramos aunque no lo hagamos.
Gracias a estas neuronas, entre otros factores, se producen los procesos de identificación esenciales para que los padres y cuidadores pasen sus caracteres a los niños, al mismo tiempo que los movimientos de los lactantes son registrados por sus cuidadores, hasta el punto de sentirlos como suyos.
Sin embargo, el descubrimiento de las neuronas espejo va más allá de que el movimiento del otro, al ser observado, genere un movimiento igual en el observador. Los investigadores que trabajan en el sistema percepción y ejecución de las “neuronas espejo” se planteaban desde hace tiempo la hipótesis de que este sistema integrara un circuito que permitiese atribuir y entender también las intenciones de los otros, que es lo que han verificado ahora los neurocientíficos de California.
Antonio Battro y otros
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