El valor del arte en el proceso educativo parte 2
Consideraciones
Ahora trataré de hacer una recapitulación de algunas de las ideas más importantes que han sido aquí
expuestas y que podrán servirme para formular algunas conclusiones. Diré primeramente que la
manera como se ha concebido al ser humano y la forma como se entiende el funcionamiento de su
inteligencia han sido determinantes para la educación.
Ha existido por mucho tiempo y hasta la actualidad una idea de ser humano escindido en sus
diversos componentes, cuerpo, intelecto y emociones. Ha existido de igual manera una idea estrecha
de su inteligencia, centrada fundamentalmente en el pensamiento lógico racional. Por lo que la
educación se ha enfocado de manera prioritaria al desarrollo del conocimiento lingüístico y
matemático, dejando de lado múltiples capacidades que conforman también la inteligencia del ser
humano, así como aspectos tan esenciales como los relacionados con su afectividad. Éstos han sido
hasta ahora factores de un enorme peso para la elección de los contenidos curriculares.
Podemos observar a través de la exposición de las ideas de los autores referidos, la
preocupación por llegar a una mejor comprensión de la actividad de la mente y a un mayor
conocimiento de las características de la personalidad humana, con el propósito de ampliar la visión
que se tiene hasta nuestros días. Se quiere con ello propiciar una transformación en los criterios que
prevalecen actualmente en la elección de los saberes que forman parte de los contenidos curriculares
en las instituciones educativas.
La educación, consideramos, no se puede reducir a la enseñanza de conocimientos
instrumentales, por el contrario, debe estar enfocada a desarrollar todos los aspectos que componen la
unidad en la cual está conformada la personalidad del ser humano.
La educación, nos dice Piaget, constituye una condición formadora necesaria del propio
desarrollo natural, y por ello,
Afirmar el derecho de la persona humana a la educación es[…] contraer una
responsabilidad mucho más grave que la de asegurar a todo individuo la posesión
de la lectura, la escritura y el cálculo: equivale propiamente a garantizar a todo niño
el pleno desarrollo de sus funciones mentales y la adquisición de los conocimientos
y de los valores morales correspondientes al ejercicio de estas funciones, hasta la
adaptación a la vida social actual. Se trata sobre todo, por consiguiente, de asumir
la obligación —teniendo en cuenta la constitución y aptitudes que distinguen a cada
individuo— de no destruir o estropear ninguna de las posibilidades que el niño
contiene y de las que la sociedad será la primera en beneficiarse, en lugar de
permitir que se pierdan importantes fracciones de las mismas o de ahogar otras
(Piaget, 1972, p. 18).
Piaget (1972, p. 17) señala que el problema esencial está en “[…] hacer de la escuela el medio
formador […] para un desarrollo intelectual y afectivo completo”.
Lo expresado por Piaget sintetiza de manera muy clara el papel de la educación en la sociedad
contemporánea. Creemos que la educación enfrenta un compromiso de enormes dimensiones. La
educación, hoy día, está en la obligación de ofrecer las oportunidades para el desarrollo de todas las
capacidades del ser humano y proporcionar las bases para una formación moral. Además, la educación
está en la obligación de no impedir ninguna de las posibilidades de desarrollo que tiene el niño,
debiendo tomar en consideración sus características individuales. Pero todavía más, si verdaderamente
entendemos al ser humano como totalidad que integra inteligencia y sentimiento, la educación deberá
abrir un espacio a un aspecto fundamental que ha quedado soslayado, el de la afectividad y las
emociones.
Elliot Eisner considera y plantea la necesidad de entender a la cognición de una manera más
amplia, no separada de la afectividad, sin embargo sólo lo menciona, no lleva a cabo un desarrollo más
profundo sobre el tema. En sus planteamientos aún tiene un peso considerable la preocupación por lo
cognitivo. Más recientemente, Monserrat Moreno y Genoveva Sastre avanzan en este sentido al
ofrecer evidencias de investigaciones realizadas desde la neurología y la psicología acerca de la
estrecha relación entre cognición y afectividad. Las autoras exponen, entre otros, los resultados de
estudios realizados por el neurólogo R. Damasio, los cuales lo llevaron a la “[…] conclusión de que
existe una interacción profunda entre la razón y las emociones”, a “[…] la creencia de que
determinados aspectos del proceso de la emoción y del sentimiento son indispensables para la
racionalidad” (Sastre V., y Moreno, 2002, p. 22). Damasio, nos dicen Moreno y Sastre (2002, p. 22):
Basándose en sus trabajos desarrolla una teoría que refleja la complejidad de las
interacciones entre cognición y emociones, según la cual no solamente cognición y
emoción están recíprocamente implicadas en los procesos de pensamiento, sino que
el cerebro y el cuerpo están también indisociablemente integrados mediante circuitos
bioquímicos y neurales que se conectan mutuamente, de tal manera que todo lo que
ocurre en el cuerpo tiene su repercusión en el cerebro y viceversa.
Para las autoras tales investigaciones y sus aportes serán motivo de importantes cambios en la
educación. Desde su punto de vista, en el futuro cercano, la institución educativa deberá ocuparse
seriamente de la necesidad de crear espacios en la escuela para el aprendizaje emocional y para el
desarrollo del conocimiento en el campo afectivo y relacional. El arte, en este sentido, ocupa un papel
de suma importancia, dado que tiene la cualidad de conectar y comprometer los sentimientos, las
emociones y los afectos, humanizando en lo más profundo el proceso de desarrollo del niño.
Estas ideas nos refuerzan la pertinencia del arte y especialmente de la música en la escuela.
Para algunos autores, la música ocupa un lugar privilegiado dentro de la esfera de los lenguajes
artísticos. La música posee la cualidad de involucrar la mente, el cuerpo y las emociones. En la
experiencia musical se activan procesos de intuición y percepción, simbolización, abstracción y
afectividad. Las formas de conocimiento que se desencadenan a partir del contacto con la música son
únicas, ningún otro lenguaje puede proporcionarlas. De igual manera la música es la única de las artes
que cuenta con un código propio cuyo dominio implica niveles complejos de intelección. Es también
uno de los lenguajes artísticos con los que el ser humano entra en contacto desde muy temprana edad.
El sonido abstracto, materia prima del lenguaje musical, representa, aún antes del nacimiento, un
vehículo de comunicación por medio del cual los sujetos satisfacen sus necesidades primarias de
relación con el medio (del Campo, 1997, p. 211). Además de ello, la música contiene en su propia
forma y estructura profundos elementos culturales que comunican a los otros un modo de ser, de
sentir, de percibir el mundo e interpretar la realidad.
Desafortunadamente la realidad escolar está muy lejos de considerar el potencial formativo que
posee la música y el arte en todas sus expresiones. La escuela moderna sigue privilegiando el
pensamiento lingüístico y el pensamiento lógico-matemático por sobre todas las demás formas de
conocimiento, al hacerlo la escuela impide que el niño desarrolle las otras posibilidades de las que
también es portador. En estas circunstancias, la escuela tampoco satisface la diversidad de necesidades
existentes en la población escolar. La gama de conocimientos que la escuela ofrece es reducida, por lo
que tiende, por un lado, a alejarse de lo que la vida real demanda, y por otro, a marginar a todos
aquellos individuos que no encuentran en la escuela las oportunidades de desarrollo que corresponden
a sus habilidades e intereses. De la misma manera, la educación no ha prestado atención a los aspectos
relacionados con el mundo interior del niño, el de los afectos y las emociones.
Considero que nos encontramos ante un problema mucho más complejo de lo que se puede ver
en apariencia, ya que la solución no estriba solamente en agregar al currículum asignaturas artísticas,
el problema desde mi punto de vista, tiene que ver fundamentalmente con el enfoque y la perspectiva
de la educación que impera actualmente. De ahí que se hace necesario no sólo insistir en la ampliación
de las opciones curriculares, sino que necesitamos abogar por una profunda transformación de la
educación en general.
El enfoque educativo vigente impide encontrar el sentido que el arte tiene en la base del
desarrollo humano. Necesitamos, por lo tanto, partir de una perspectiva que amplíe la visión de la
educación, del conocimiento, del ser humano y de su papel en la sociedad contemporánea; que
entienda al sujeto como una totalidad que integra inteligencia y sentimiento, ubicado en un contexto
social y cultural determinado. Que entienda a la cognición como un proceso no desvinculado de la
afectividad. Nos referimos a una perspectiva de la educación que en sus principios abra espacio de
manera natural al arte y a todos aquellos conocimientos que permitan al individuo su
desenvolvimiento pleno y su incorporación creativa y propositiva al medio social.
Nos hemos referido hasta ahora a lo determinante que ha sido para la educación artística el
concepto de ser humano y de cognición que ha prevalecido hasta nuestros días. La sobrevaloración del
conocimiento racional y científico tiene con certeza sus raíces en el pensamiento griego, ya que si
hurgamos un poco en la historia, los campos de conocimiento y su parcelación siguen siendo los
mismos desde entonces (Sastre y Moreno, 2002, pp. 39-40). No descartamos tampoco que esta
tendencia se haya acentuado en el positivismo, manteniéndose vigente hasta nuestros días. Gracias a
dicha herencia vivimos todavía en el reino de la razón, donde los sentimientos, las emociones, los
afectos, son considerados componentes humanos de menor valía. Considero que éste sigue siendo un
factor que influye en forma considerable en la imagen social que se tiene del arte dentro y fuera de la
escuela.
Existen, además de los aspectos ya mencionados, otros de carácter estructural que tienen
influencia en la forma como es asumida socialmente el arte y en el papel que se le asigna en la
educación. Es un hecho que la economía global impone y orienta muchas de las actividades y formas
de relación de la sociedad actual. La educación hoy día tiende a ceñirse a las demandas que le exige el
mundo del mercado, orientando sus objetivos hacia la formación de profesionales capaces de
insertarse de manera eficaz en el mercado de trabajo.
La escuela cada vez más se rige por las prioridades educativas que marca el desarrollo de la
sociedad de mercado, haciendo de lado la condición formadora de la educación y su misión humanista,
y dejando con ello un resquicio a través del cual el modelo empresarial filtra sus pretensiones y deja
sentir su influencia en el diseño de programas educativos. Ante estas nuevas prioridades las ciencias
sociales, las humanidades y el arte van perdiendo espacio. Los contenidos curriculares van relegando
estos conocimientos y van reforzando aquellos relacionados directamente con las competencias
marcadas por los perfiles laborales.
Además de ello, la falta de certidumbre en el porvenir, propicia que uno de los móviles
fundamentales para la elección de una profesión en nuestros tiempos sea el de asegurar un empleo para
el futuro. De ahí que exista un rechazo generalizado de los padres hacia las inclinaciones profesionales
de los jóvenes en los campos de las ciencias sociales, las humanidades y, sobre todo, el arte.
El panorama descrito nos deja ver cómo las condiciones sociales y económicas influyen de
manera importante en el lugar que la sociedad le va asignando a las artes, y cómo esto mismo impide
que sean valoradas dentro del ámbito educativo.
Son múltiples los factores involucrados en la problemática que enfrenta la educación artística y
también los desafíos que tenemos por delante.
La educación artística no es un fenómeno aislado, por el contrario, forma parte del contexto de
la educación en general. Es asimismo un fenómeno vinculado a los procesos sociales, políticos y
económicos de nuestro país. Su complejidad es enorme y, su posibilidad de desarrollo y avance, exige
estudios profundos y de mayor amplitud.
Palacios, Lourdes
El valor del arte en el proceso educativo
Reencuentro, núm. 46, agosto, 2006, p. 0
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco
Distrito Federal, México
Reencuentro
ISSN: 0188-168X
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