El sonido de la Pasión
Imagina una noche tranquila como cualquier otra. De repente, tu bebé llora rompiendo el silencio. Completamente cargado de emoción, el sonido te provoca una necesidad de levantarte y correr a la habitación de tu bebé. Pero, teniendo en cuenta que tu esposo es un músico y tú no, ¿quién sería el primero en llegar a la cuna?
Según Dana L. Strait y un equipo de investigadores de la Universidad de Northwestern en Illinois, el músico debería ganar la carrera. Su más reciente estudio demostró que los años de formación musical permiten al cerebro de los músicos estar en mejor sintonía con el contenido emocional de los sonidos vocales, por ejemplo la ira. Diez años de chelo, dicen, puede hacer a una persona emocionalmente más inteligente, en cierto sentido. Así que la alarma en el llanto de un bebé produce una impresión más profunda; tu esposo ganaría la carrera.
El nuevo trabajo es parte de un emergente retrato de conexiones más amplias entre la música, las emociones y el habla. Estos estudios han encontrando que los músicos son más precisos en la detección de las emociones – como la alegría, tristeza y rabia – en las muestras de voz. El efecto ha sido encontrado incluso en niños de tan sólo 7 años de edad con tan sólo un año de formación musical. Es un ejemplo fascinante de cómo la experiencia en un área (la música) beneficia a otras (la percepción de las emociones). Sin embargo, no fue hasta hace poco, con la publicación del nuevo estudio de Strait y sus colegas, que el fundamento biológico del efecto ha sido demostrado.
El equipo de Strait decidió estudiar las primeras respuestas del cerebro al sonido, en el tronco cerebral. El tronco encefálico es la parte más antigua del cerebro, por lo tanto, la entrada principal para todos los estímulos sensoriales. Una vez que el sonido alcanza los nervios de los oídos, éste viaja hasta el tronco cerebral para ser procesado de manera automática, inconscientemente. Tanto la música y como el habla comienzan su viaje a las regiones superiores del cerebro a través del tronco cerebral.
Para registrar las respuestas del tronco cerebral, los investigadores colocaron electrodos en la cabeza de 30 personas que eran o no músicos. Los electrodos midieron las corrientes eléctricas que envían señales a través del tronco encefálico, mientras que los participantes escuchaban llorar infelizmente a un bebé.
El sorprendente resultado fue que el cerebro de los músicos mostró una mayor respuesta al llanto del bebé. Y entre mayor era el número de años de práctica musical, y entre más temprano inició la persona su formación musical, más fuerte fue la señal.
Pero, ¿cómo puede la formación musical explicar la ventaja de los músicos en la detección de la emoción vocal? Strait y sus colegas sugieren que a medida que se nos dedicamos a actividades que implican un alto nivel de procesamiento cognitivo, como la memoria o la atención musical, también aumentamos las respuestas de nuestro sistema sensorial. Las áreas superiores del cerebro en la corteza están conectadas a las zonas inferiores del cerebro, como el tronco encefálico, y a través de esas conexiones, las dos áreas tienen influencia mutua.
Sin embargo, aún queda la pregunta sobre la causalidad: ¿la formación musical realmente afectan al cerebro, o puede que los músicos simplemente nacen con un cerebro diferente – que ellos son atraídos de manera natural por la música gracias a sus capacidades cognitivas? Otro estudio sugiere que el entrenamiento musical realmente genera cambios en el cerebro. Daniel J. Bosnyak y un equipo de investigadores de la Universidad de McMaster en Hamilton, Ontario, demostraron que las respuestas del cerebro de un grupo de personas sin entrenamiento musical pueden cambiar como resultado de tan sólo dos semanas de preparación para percibir acertadamente los tonos.
Con la aparición de tecnologías de imagen cerebral, nuestra comprensión de los efectos de la formación musical en el cerebro ha avanzado rápidamente. Por ejemplo, ahora tenemos una clara evidencia de cambios morfológicos en el cerebro, tales como el volumen mayor de la zona cortical en la representación de las manos de quienes tocan instrumentos de cuerdas o mayor volumen de sustancia gris en algunas partes de la corteza auditiva de los músicos, dedicada al procesamiento de los tonos. Numerosos estudios también han identificado diferencias en los patrones de actividad cerebral entre los músicos y los no-músicos. Sin embargo, incluso con todas estas pruebas construidas, todavía estamos lejos de entender exactamente cómo la música moldea las estructuras y la actividad del cerebro.
Sorprendentemente, incluso con todas las preguntas pendientes relativas a la formación musical, el campo de la neurociencia de la música tiene más retos tiene que enfrentar. Aunque el procesamiento de música ha fascinado a los neurocientíficos por más de un siglo, no ha sido sino hasta la última década que se ha convertido en un tema de investigación intensa y sistemática. Además de los efectos de la formación musical, muchos más aspectos de la música, como la forma en que la percibimos, cómo nos gusta y cómo la hacemos, han estado bajo la mira de los investigadores. Existe un acuerdo general de que el cerebro está sintonizado para la música, pero desentrañar el complejo circuito detrás de la experiencia maravillosa de la música requerirá más investigación en este joven y rico campo de estudio.
Traducido por Cintli Berenice Juárez Piña
http://www.scientificamerican.com/article.cfm?id=the-sound-of-passion