El gesto y la palabra
Un gesto es un movimiento que envía un signo visual a un observador.
Para convertirse en gesto, un acto debe ser visto y comunicar una información. Y ello, sea porque quien hace el gesto decide enviar una señal (como cuando se hace señas con la mano) o por accidente (como cuando estornuda).
La señal con la mano es un gesto primario, porque no tiene otra existencia o función. Es un mero acto de comunicación. El estornudo, en cambio, es un gesto secundario o accidental. Su función primordial es mecánica y tiene que ver con el problema respiratorio del que estornuda. En su papel secundario, si embargo, transmite en mensaje a los que lo rodean, advirtiéndoles que es posible que haya cogido un catarro.
La mayoría de la gente tiende a limitar el empleo del término “gesto “a su forma primaria (del tipo de las señas con la mano). Lo que cuenta no son los signos que pensamos emitir, sino los que se captan. Los observadores no distinguen entre nuestros gestos intencionales, gestos primarios, y los que no lo son, gestos accidentales. En cierto modo los gestos accidentales son los más reveladores, simplemente porque escapan a toda autocensura o manipulación de nuestra parte.
Gestos y palabras
La gama muy amplia de gestos que acompañan la palabra se basa en una relación, pero menos respecto de sí mismos (porque esos gestos a menudo se realizan inconscientemente) que de los demás. (…)
Todo el mundo ha observado que se hacen gestos al hablar por teléfono, lo que demuestra lo profunda que es esa asociación, que va mucho más allá de una simple función fática.
A la inversa, la especificidad de la relación se manifiesta también en el hecho de que la falta de gestos en el discurso sólo puede obedecer a un rechazo voluntario y, de modo más general, de carácter cultural; este rechazo se expresa con las actitudes apropiadas: por ejemplo, los brazos pegados al cuerpo para ciertos textos rituales, o, en las sociedades en las que no se considera decente que las mujeres hagan gestos al relatar, las manos apretadas entre los muslos.
Aunque los gestos de la comunicación se ejecuten la más de las veces de manera casi inconsciente, los propios locutores consideran que cumplen funciones muy precisas. Acompañan, subrayan recalcan sus palabras. Establecen o mantienen la comunicación (función fática). En caso de la narración oral (trátese de literatura oral codificada o de relatos que se introducen espontáneamente en la conversación corriente), desempeñan una función de dramatización (en el sentido etimológico del término) muy apreciada por los auditores. Por último, a veces reemplazan totalmente al enunciado, sea porque éste se considera inútil dado el valor particularmente expresivo del gesto (caso de los emblemas), o porque se estima que el enunciado es demasiado violento o excesivamente peligroso.
Ahondando aún más, puede hablarse de una verdadera relación de complementariedad entre los gestos y el discurso, en la que se estima que esos gestos son uno de los resortes esenciales de la comunicación que no podría establecer sin ellos
Revista “El Correo de la UNESCO