¿Cuándo vas a parar de moverte?
Bernard Aucouturier
Traducción: Cristina de León
When wiII you stop of moving? Revista Iberoamericana de Psicomotricidad y Técnicas Corporales – Febrero de 2002-
iQuién no ha escuchado esta observación hecha a un niño en su familia pero más aún en la escuela!
El niño inestable, inquieto, es un niño cuyo comportamiento molesta: su ritmo no es el nuestro, provoca vivas reacciones emocionales en los adultos que lo rodean: sentimientos de protección, sentimientos de impotencia, sentimientos de rechazo.
El niño inestable agota a sus padres y a sus maestros, que sufren con su comportamiento, pero una vez que pueden tomar distancia emocional en relación a este niño, se dan cuenta de que en realidad es desdichado, depresivo, a pesar de su estado de excitación motriz. “No se siente bien en su piel”. A menudo los padres reconocen que son incoherentes con él, yendo de la represión a la compasión.
El niño inestable es marginalizado en el seno de su familia y de la escuela en relación a los otros niños del grupo porque su comportamiento parece sometido a una fuerza que él no puede controlar, a pesar de los llamados a la calma que se le dirigen y se le repiten. Esta fuerza incontrolable es una pulsionalidad motriz que se descarga aparentemente sin razón alguna!
La metáfora del torrente que desmorona la montaña y que destruye todo en su pasaje sin intención de destruir, ilustra bastante bien esa pulsionalidad motriz.
La inestabilidad infantil es vivida por el entorno como un retardo en la maduración psicológica, porque el control voluntario del movimiento, la capacidad de detener el cuerpo, son sinónimos de la evolución del niño y son lo que permite la atención, la concentración, la comunicación y el lenguaje. Es decir, lo que permite la maduración afectiva e intelectual.
Cuando interrogamos a los padres de estos niños, escuchamos una descripción conmovedora del comportamiento de su hijo. Podemos escuchar cosas como ésta:
“Cuando está con otras personas, con los abuelos, por ejemplo, se muestra más calmo, más amable. Pero con nosotros, no se interesa en nada, no se detiene jamás; nos provoca, pelea con sus hermanos y a veces, les pega.”
Cuando interrogamos al maestro del niño, podemos escuchar: “Cuando está cerca de mí y yo le presto atención, está más tranquilo, se interesa en las actividades escolares. Me he dado cuenta que le gusta mucho sen tarse en mi escritorio y dirigirse a los otros niños de una manera autoritaria. Si por el contrario, lo olvido porque hay otros niños de los que debo ocuparme, los ataca, les quita sus útiles escolares, no puede quedarse sentado, gesticula, habla fuerte. Este niño tiene siempre necesidad de sentirse amado. Me doy cuenta de que es inteligente, que posee conocimientos que podría utilizar. Es desconcertante, cansador y a veces no sé qué hacer con él”.
Vemos aquí dos observaciones que revelan el carácter relacional y afectivo de la inestabilidad de este niño. Es decir que cuando se encuentra en un espacio de seguridad afectiva, donde es reconocido y se siente querido, resulta mucho menos inestable.
La inestabilidad en tanto que comportamiento aislado, no existiría, y debe comprenderse en relación a la falta de una relación segurizante y continente que debemos comprender.
La inestabilidad motriz es un síntoma de una inseguridad afectiva y cognitiva que no permite la transformación de la pulsionalidad motriz en interacción y en comunicación.
Durante una sesión de Práctica Psicomotriz Educativa, Pierre, un niño de 5 años, corre por todos lados, destruye las construcciones de los otros niños, tira los almohadones a través de la sala corriendo el riesgo de lastimar a los otros. Por momentos, se pone a caminar en cuatro patas y enlentece su movimiento. Dos educadoras extienden una tela en el piso, Pierre se precipita sobre ella, las educadoras lo hamacan. Después de algunos balanceos, se calma, sale precipitadamente, se aleja y se queda sentado en el suelo, abatido, como deprimido.
Una educadora cuenta una historia de un niño que quería quedarse siempre con su mamá y que no quería ir a pasear con su papá. Pierre escucha muy atentamente y extiende su pie a la educadora para que lo toque.
En el lugar de las representaciones, los niños son invitados a modelar: Pierre amasa la pasta y no produce nada. Cuando sale de la sala con los otros niños, le da la mano a la educadora y se muestra tranquilo.
De esta viñeta destacamos ciertos indicadores que nos parecen tener relación con la rápida evolución de Pierre en esta sesión de Práctica Psicomotriz Educativa.
El gateo, el balanceo, la historia, el amasado, son los indicadores reveladores, los deseos inconscientes de una regresión sensorial y sensorio-motriz asociada a la emergencia de afectos de placer. Esta regresión fue posible por la actitud de las educadoras que aceptaron y respondieron en forma ajustada a las demandas corporales y afectivas del niño. Ellas permitieron la evolución momentánea de la pulsionalidad motriz destructiva.
La calidad de la relación, la calidad de las interacciones, ¿sería el factor de cambio de la inestabilidad infantil?
Volvamos a la inestabilidad como síntoma de la inseguridad afectiva. Pero antes de encarar esta inseguridad tratemos de estudiar brevemente la génesis de la seguridad afectiva.
La seguridad afectiva se construye en el niño a partir de las interacciones que el bebe vive con la “madre” mientras recibe sus cuidados.
Les propongo considerar ahora algunas consecuencias esenciales de la calidad de las interacciones primarias para comprender mejor la inestabilidad afectiva.
Las interacciones permiten al bebé integrar en su cuerpo el objeto-madre del cual incorpora el olor, el contacto, el tono de las posturas y de los movimientos, el ritmo de los desplazamientos, la voz, la mirada, la mímica. Esta incorporación facilita el proceso de identificación con la madre que brinda seguridad al niño y abre el camino para la conquista progresiva de la identidad y de la autonomía. Se trata de un largo y delicado proceso.
– niño inestable que no ha vivido una buena calidad de interacciones, estará siempre en la búsqueda de una identificación primaria con la madre y en un déficit de identidad. Las futuras identificaciones parentales serán entonces problemáticas.
En el transcurso de las interacciones del niño y de la madre, los dos se transforman a nivel sensorial, tónico, rítmico, emocional: ambos viven mutuas transformaciones que favorecen la evolución de la pulsionalidad motriz originaria, una gestualidad cargada de sentido, de llamadas y de respuestas, de comunicación.
– niño inestable tiene un déficit en la comunicación, de ahí su aislamiento y su agresividad, porque la comunicación supone la escucha, la descentración emocional del otro.
Las transformaciones del niño y la madre están en el origen de un placer común que la madre y el niño comparten y que tiene por función unificar el cuerpo del niño. En efecto, la unidad ¿es la memorización corporal (la interiorización) de las experiencias de transformación vividas en el transcurso de la interacciones? Un primer nivel de unidad se ubicaría hacia los 6/8 meses cuando el bebé se toca, se acuna.
El niño inestable, debido a su déficit en la interiorización de las experiencias de transformación con la madre, tendría una unidad frágil, que daría lugar a angustias arcaicas de caída, de fragmentación del cuerpo, de las cuales los trastornos del tono postural, del equilibrio, de las praxias, de las descargas emocionales excesivas serían los principales síntomas.
Cuando la madre se ausenta, el niño sólo desea su regreso y su presencia, ya sea para satisfacer sus necesidades vitales, o por su bienestar. Pero una ausencia tolerable para el niño, crea una poderosa dinámica de búsqueda para reencontrar la madre simbólica en su ausencia.
Esta dinámica creadora sería la siguiente: el niño, al mover su cuerpo en el espacio, al transformarlo, representa las transformaciones ya vividas en las interacciones con la madre. Al representar esas transformaciones, reencuentra con placer las sensaciones y las imágenes de la madre que están en él. Son representaciones de transformación del cuerpo en el espacio en relación con los objetos que reaseguran y protegen al niño de la angustia de pérdida de la madre.
Un ejemplo nos permitirá ilustrar mejor estas reflexiones teóricas: todos los niños juegan a llenar y vaciar cacharros que llenan con agua o con arena: cuando el cacharro está lleno, el niño lo vacía con satisfacción y el juego se repite. Este juego hace referencia a las transformaciones del cuerpo del niño cuando ha sido alimentado (se llena) y cuando expulsa la heces (se vacía). El juego de llenar-vaciar simboliza las experiencias de transformación del cuerpo: este juego permite al niño reasegurarse respecto de la angustia de pérdida de la madre.
Así, transformar, transformarse, aseguran el placer de la continuidad de la madre en su ausencia y el placer de la continuidad de su unidad. Se trata de un proceso psicológico inconsciente que crea la seguridad afectiva del niño.
El niño inestable tiene muchas dificultades para encontrar esos procesos de reaseguramiento debido a la fragilidad de la continuidad de la imagen de la madre. La capacidad de este niño de crear objetos transicionales, de vivir juegos de reaseguramiento como: construir-destruir, aparecer-desaparecer o los juegos de identificación son casi inexistentes.
– niño inestable no juega. En él perdura la pulsionalidad motriz por déficit de las representaciones inconscientes, de los fantasmas, que nacen de la relación con la madre, la pulsionalidad tiene el sentido de un gran malestar ocasionado por una pérdida que no puede asumir. Sólo puede tranquilizarse sumiéndose en la regresión sensorial arcaica (el balanceo, la succión, el envolverse, el contacto), tal como lo hizo el niño del preescolar del cual hablé antes.
El niño inestable está en una búsqueda de una persona que le ofrezca una relación que le dé seguridad, una persona sensible a las emociones, que puede poner palabras al dolor del abandono, un adulto calmo que dé palabras a éste niño para que se sienta escuchado como un ser que sufre.
La familia, la escuela, las estructuras psicosociales podrían ser los lugares de escucha y de comprensión. Pero, ¿en qué condiciones?
DATOS DEL AUTOR:
Bernard Aucouturier es creador,de la Práctica Psicomotriz. Presidente fundador de la Association Européenne des Ecoles de Formation á la Pratique Psychomotrice (ASEEFOPP). Asesor de formadores en los diferentes países donde se desarrolla su Práctica Psicomotriz.